PARA GANAR LA VIDA ETERNA.

July 8, 2016 radioluz
Hermanos/as:
Este pasaje evangélico nos presenta a un Cristo muy humano que baja a explicarnos nuestras dudas con ejemplos siempre claros. Un maestro de la ley se acerca a Jesús y le hace una pregunta: “¿Qué he de hacer para ganar la vida eterna?”. Este interrogante revolotea, querámoslo o no, en nuestra cabeza constantemente. Porque bien sabemos que vamos a morir y que después de esta vida nos espera una vida eterna. ¿Pero, qué hemos de hacer para llegar a ella? La respuesta es una sola, Cristo ya la ha dado: Amando.
1.  Amando a Dios: El maestro de la ley no dudó en definirlo como el primer mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con toda tu alma y con todas tus fuerzas“. Dios es nuestro padre y nuestro creador. Por Él existen todas las cosas. Todo lo hemos recibido de sus manos. ¿Cómo corresponder a tantos beneficios? No hay otra forma en que podamos agradecer que amándolo sobre todas las cosas, “amor con amor se paga”. ¿O puede alguien quedarse indiferente ante su cruz, sus clavos y su corona? El hombre ha sido creado para amar. No basta, por tanto, dejar de ofenderle con el pecado, sino que hay que vivir la gracia santificante, que es la misma vida de Dios.
2.  Amando al prójimo como a mí mismo: “¿Pero quién es mi prójimo?”, preguntó de nuevo el maestro de la ley. Los judíos decían que era el pariente, el vecino, o el que cumplía la ley. Jesús va más allá y cuenta la historia de un hombre herido por los ladrones y abandonado medio muerto al lado de la carretera. Pasa un sacerdote y no lo auxilia, pasa un levita y no hace caso, sólo el Samaritano tiene compasión de él. ¿Quién fue el prójimo para el herido? “El que tuvo misericordia” dice Jesús. La invitación de Cristo es también para nosotros: “Ve y haz tú lo mismo”.
3.  Nuestro prójimo es nuestro hermano cercano. y le mostramos nuestro amor cuando nos compadecemos de sus padecimientos y aliviamos su dolores con nuestra solidaridad. Pasando por el camino de la vida tendremos sobradas ocasiones de encontrar personas abatidas, avasalladas, expoliadas: personas que no han conocido una vida normal; personas analfabetas, drogadictas, delincuentes, paradas, hambrientas. Ellos son nuestro prójimo, son hombres y mujeres caídos en el camino, golpeados y robados. Dios nos pide que seamos sus buenos samaritanos.
El cristiano no es un hombre para sí mismo sino para los demás. Cuando un hombre ama con todo su corazón a Dios Padre, toma con seriedad al hombre, a todos los hombres. Y el que ama de verdad al hombre no se pregunta: ¿A quién tengo que amar? Sino ¿Quién me necesita cerca? Jesús deja en claro dos cosas: que todos somos prójimos y que todos deberíamos comportarnos como el buen samaritano. No importan sus siglas de identificación, ni su partido o sindicato, ni su religión; lo que importa es que todo hombre es mi hermano. Ahora hermanas y hermanos: “Vayamos también nosotros y hagamos lo mismo, con la ayuda de Dios”.