Jesus nos pide estar listos con la tunica puesta

August 5, 2016 radioluz

El Evangelio correspondiente a este domingo nos lleva a reflexionar sobre nuestra responsabilidad de cristianos, hechos hijos de Dios por el Bautismo y educados en la fe. Porque dice el Señor que “Al que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y cuanto más se le haya confiado, tanto más se le pedirá cuentas.”

 

En la primera parte del pasaje del Evangelio el Señor nos da una enseñanza clara de la forma en que debemos vivir quienes queremos seguirlo. Jesús nos dice que no hay razón para que tengamos miedo porque el Padre  ha querido darnos su Reino. Y agrega en seguida su enseñanza. “Trabajen para un tesoro que no se agota en el cielo, porque allí donde está vuestro tesoro, estará vuestro corazón.” La parábola del Evangelio del Domingo pasado nos traía el caso de aquel hombre que había llenado sus graneros de riquezas, pero el Señor le anuncia que esa misma noche iba a morir.

 

La enseñanza del Señor es clara: todos anhelamos poseer riquezas y llevar una vida cómoda y segura, en la que creemos que vamos a encontrar nuestra felicidad. Sin embargo, este tipo de tesoro se convierte con frecuencia en una fuente continua de preocupaciones y disgustos, porque siempre estamos expuestos a perderlos. Jesús no nos dice que debemos despreocuparnos totalmente de las cosas de este mundo, pero nos enseña que ninguna cosa creada, por buena que nos pueda parecer,  puede convertirse para nosotros el fin último. Nuestro fin último, nuestra meta es Dios, a quien debemos amar y servir en medio de nuestro trabajo y nuestras actividades de todos los días.   

Jesús cierra esta enseñanza con una frase que se parece a un refrán: Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón. El Señor nos enseña que para llegar de verdad a ser ricos, debemos preocuparnos de adquirir las riquezas verdaderas.

 

Como una continuación de la parábola, el Señor insiste que debemos estar preparados. Jesús nos espera siempre, pero no nos deja conocer de antemano sus tiempos. Nos espera porque es infinitamente misericordioso y perdona siempre. Pero no nos avisa, a fin de que estemos en constante preparación para presentarnos en su presencia. Dios ha querido ocultar el momento de la muerte de cada hombre y el del fin del mundo.

 

“Tengan puesta la ropa de trabajo y sus lámparas encendidas. Sean como personas que esperan que su patrón regrese de la boda para abrirle apenas llegue y golpee a la puerta. Felices los sirvientes a los que el patrón encuentre velando a su llegada”.

 

El Señor nos dice que nuestra actitud constante ha de ser la misma que tiene aquel que esta a punto de emprender un viaje, o de aquel otro que espera a alguien importante. Jesús nos dice que también nosotros debemos estar preparados, porque en cualquier momento vendrá el Hijo del Hombre.

La preparación que nos enseña no consiste solamente en vigilancia, sino en el cumplimiento constante del deber. Por eso habla también el Señor del administrador fiel y prudente, imagen nueva que nos habla de la fidelidad en nuestro servicio.

 

Especialmente se dirige el Señor a todos los cristianos que hemos recibido gracias y dones especiales. Porque a quien se le dió mucho se le reclamará mucho. Todo aquello que hemos recibido del Señor no es para uso propio de cada uno de nosotros, sino que debemos utilizarlo en provecho de la comunidad.  Lo que Dios nos ha dado, no es para que lo consideremos un elemento decorativo de nuestra personalidad. Por el contrario, lo hemos recibido como un factor de perfeccionamiento, como un medio para hacer apostolado.

 

El Señor puso en nuestras manos la antorcha de las cualidades y los talentos, no para que las levantemos en alto para que todos nos admiren, sino para iluminen el camino de los demás.

 

Esta es una buena oportunidad para preguntarnos cada uno de nosotros que hemos hecho con los talentos y las virtudes que recibimos. Para reflexionar si esa antorcha ha servido para iluminar a los demás, o si la enterramos entre las cenizas. El Evangelio de este Domingo es especialmente propicio para que lo apliquemos a cada uno de nosotros. Si tenemos fe. Si hemos recibido la gracia a través de los sacramentos, tenemos la obligación de transmitir a otros esos dones que gratuitamente hemos recibido.

No podemos contentarnos con una vida mediocre, en que en forma mezquina y sin generosidad, cumplimos nuestras obligaciones de cristianos para con el Señor y con nuestro prójimo. Porque hemos recibido mucho, mucho se nos reclamará.

 

Vamos a pedirle hoy a María que nos ilumine y nos ayude siempre para que pongamos nuestro tesoro en su Hijo Jesús, para que allí vaya nuestro corazón.