Nuestro llamado bautismal de acuerdo a Bienaventuranzas

January 26, 2017 radioluz


Ciertamente, Él no da a todos la vocación de seguir a Cristo como los apóstoles y discípulos, como los sacerdotes y religiosos, que ponen a su servicio todo lo que son y tienen. A muchos Dios los llama a la vocación de laicos. Y si los dos grupos se distinguen entre sí respecto a sus tareas y responsabilidades específicas, son iguales en cuanto a la actitud fundamental de entrega por la fe y la caridad, de deber ser imitadores de Cristo. En el fondo, toda la predicación de Jesús es invitación para seguirle, y está dirigida, como sabemos, a cada persona.  

3. Dios espera una respuesta libre a su llamada. Un compromiso de corazón y de toda la vida, con una adhesión de fe y de obediencia. No siempre el hombre es consciente tan inmediatamente de la vocación, como los apóstoles del evangelio de hoy. Muchas veces tiene miedo y trata de rehuirla, como algunos de los profetas. Porque con frecuencia la vocación aparta al hombre llamado y hace de él, un extraño entre los suyos.  

 

También de cada uno de nosotros Dios espera una respuesta adecuada ¿Estamos nosotros siempre abiertos y atentos para sus llamamientos, para sus inspiraciones y exigencias? ¿Nos dejamos conducir por Dios en el camino que Él quiere y en el que Jesucristo nos precedió? Si “son muchos los llamados, pero pocos los elegidos” – como nos dice la Biblia – es porque muchos invitados, también hoy en día, no aceptan su vocación a la imitación de Cristo.  

 

Cada día de nuevo tenemos que dar nuestra respuesta a la llamada de Dios, aún cuando no la entendamos, aún cuando nos cueste aceptarla. Y lo que más nos cuesta aceptar, en nuestra vida, son sufrimiento y cruz. Sin embargo es Dios mismo el que manda o lo permite. 

 

Por eso, si nuestro seguimiento de Cristo es auténtico o no, se decide en la aceptación de nuestra cruz. 

 

Si rehusamos nuestra respuesta a esta llamada personal de Dios no se puede lograr nuestra vida cristiana. 

 

Si Dios llama, es para confiar una misión. Toda vocación lleva inherente una misión. Así los cuatro apóstoles en la lectura de hoy, son llamados a ser pescadores de hombres. También cada uno de nosotros, sacerdote y laico es llamado por Dios para una misión personal. Ella se distingue de la de los demás, según su carácter y talento, su profesión y responsabilidades de cada uno. 

 

Y para cumplir esa misión, el laico ha de actuar en el lugar en que Dios los ha colocado, dando allí su testimonio, trabajando en el engranaje de su oficio, en medio de las circunstancias siempre diversas.  

 

Así el laico tiene que saber hacer de su vida profana parte integrante de su vida religiosa. Él no debe buscar la religión después de la tarea o fuera de ella, sino penetrándola en profundidad hasta alimentarse del espíritu que se encierra en ella. En los planes de Dios con este mundo, cada hombre tiene su valor y significado, y forma parte del todo. ¿Quién de nosotros reflexionó ya, alguna vez, sobre la misión personal que Dios tienen para él?