¿QUÉ TENEMOS QUE HACER? ¡ESTAR ALEGRES!

December 17, 2017 radioluz
Queremos celebrar la venida de Cristo con un corazón nuevo y una inmensa alegría. Es el significado de “Adviento”. Preguntémonos si hemos hecho todo lo que debíamos hacer: “¿He anunciado la buena nueva a los pobres? ¿He curado los corazones quebrantados? ¿He proclamado el perdón a los cautivos? ¿He concedido la libertad a los prisioneros?”. Corremos el peligro de vivir en un mundo de luz y no ver, a fuerza de costumbre. San Juan nos pone en guardia: “En medio de vosotros hay uno al que no conocéis”.
Hermanas y hermanos:
1.  El Adviento nos invita a vivir la alegría y el entusiasmo que María cantó en el “Magníficat” por las maravillas obradas por Dios en su persona. “La alegría es el gigantesco secreto del cristiano”,  decía Chesterton. En el mundo hay carcajadas falsas y poco duraderas. La alegría cristiana brota de un fondo de serenidad que hay en el alma. La raíz de nuestra alegría está en que hemos sido rescatados del poder del maligno y trasladados a un mundo inundado por la gracia.
2.  El secreto para llegar a la alegría no es precisamente el afanarnos en su búsqueda. No vamos al Señor para llenarnos de alegría, sino para encontrarlo y amarlo; es entonces cuando la alegría nos invade como por sorpresa. La alegría es un privilegio de Dios, es fruto del Espíritu Santo y es característica de su Reino. “En un alma en gracia siempre es primavera”, decía el Santo Cura de Ars.
Este es el testimonio urgente que tenemos que dar al mundo: gritar a todos que la fe nos hace felices. La alegría es contagiosa, desarma y arrastra; y es lo que más frecuentemente le falta al cristiano rutinario. Nietzsche decía que los cristianos deberían tener un poquito más “el aspecto de gente salvada y cantar cantos mejores” para poder ser dignos de crédito.
3.  La Navidad ya está cerca, y todos corremos el riesgo de quedar atrapados por el trajín de los días previos a las fiestas. Hemos de dedicar un tiempo a la dimensión interior, espiritual, a la oración, para poder vivir y saborear de verdad lo que estamos a punto de celebrar.
Cuando pensamos en los problemas que nos rodean, cuando experimentamos la crisis económica y la inseguridad, cuando ha muerto una persona querida. ¿Podemos estar alegres? Cuando muchas personas mueren de hambre, cuando muchos pueblos están en guerra, cuando es pisoteada la dignidad de tantas personas. ¿Podemos estar alegres? ¿Podemos vivir felices cuando tantas personas lo pasan mal?
Con todo, san Pablo nos ha dicho en la segunda lectura: “Estad siempre alegres”. Esto significa que la alegría es posible. Y debemos vivirla tocando con los pies en el suelo, sin olvidarnos de los problemas que nos rodean.  Hermanos: La alegría y la tristeza es algo que se contagia. Los cristianos debemos reivindicar la alegría, porque creemos y tenemos esperanza. Y nuestra fe no se cimienta artificialmente.os celebrar la venida de Cristo con un corazón nuevo y una inmensa alegría. Es el significado de “Adviento”. Preguntémonos si hemos hecho todo lo que debíamos hacer: “¿He anunciado la buena nueva a los pobres? ¿He curado los corazones quebrantados? ¿He proclamado el perdón a los cautivos? ¿He concedido la libertad a los prisioneros?”. Corremos el peligro de vivir en un mundo de luz y no ver, a fuerza de costumbre. San Juan nos pone en guardia: “En medio de vosotros hay uno al que no conocéis”.
Hermanas y hermanos:
1.  El Adviento nos invita a vivir la alegría y el entusiasmo que María cantó en el “Magníficat” por las maravillas obradas por Dios en su persona. “La alegría es el gigantesco secreto del cristiano”,  decía Chesterton. En el mundo hay carcajadas falsas y poco duraderas. La alegría cristiana brota de un fondo de serenidad que hay en el alma. La raíz de nuestra alegría está en que hemos sido rescatados del poder del maligno y trasladados a un mundo inundado por la gracia.
2.  El secreto para llegar a la alegría no es precisamente el afanarnos en su búsqueda. No vamos al Señor para llenarnos de alegría, sino para encontrarlo y amarlo; es entonces cuando la alegría nos invade como por sorpresa. La alegría es un privilegio de Dios, es fruto del Espíritu Santo y es característica de su Reino. “En un alma en gracia siempre es primavera”, decía el Santo Cura de Ars.
Este es el testimonio urgente que tenemos que dar al mundo: gritar a todos que la fe nos hace felices. La alegría es contagiosa, desarma y arrastra; y es lo que más frecuentemente le falta al cristiano rutinario. Nietzsche decía que los cristianos deberían tener un poquito más “el aspecto de gente salvada y cantar cantos mejores” para poder ser dignos de crédito.
3.  La Navidad ya está cerca, y todos corremos el riesgo de quedar atrapados por el trajín de los días previos a las fiestas. Hemos de dedicar un tiempo a la dimensión interior, espiritual, a la oración, para poder vivir y saborear de verdad lo que estamos a punto de celebrar.
Cuando pensamos en los problemas que nos rodean, cuando experimentamos la crisis económica y la inseguridad, cuando ha muerto una persona querida. ¿Podemos estar alegres? Cuando muchas personas mueren de hambre, cuando muchos pueblos están en guerra, cuando es pisoteada la dignidad de tantas personas. ¿Podemos estar alegres? ¿Podemos vivir felices cuando tantas personas lo pasan mal?
Con todo, san Pablo nos ha dicho en la segunda lectura: “Estad siempre alegres”. Esto significa que la alegría es posible. Y debemos vivirla tocando con los pies en el suelo, sin olvidarnos de los problemas que nos rodean.  Hermanos: La alegría y la tristeza es algo que se contagia. Los cristianos debemos reivindicar la alegría, porque creemos y tenemos esperanza. Y nuestra fe no se cimienta artificialmente.