El IV domingo de Adviento es ya una especie de vigilia de Navidad. Nuestra oración debe ser más intensa y fervorosa para celebrar dignamente el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. La Anunciación de Gabriel a María, es la revelación del misterio, mantenido en secreto durante siglos. Nosotros debemos estar siempre atentos para detectar nuestras anunciaciones. Serán la revelación de un misterio de Dios para nosotros.
Hermanas y hermanos:
1. La liturgia de Adviento fija su atención en María. Ella recibe el anuncio de la venida del Señor con absoluta confianza. Pronuncia su “sí” aunque no comprenda cómo se realizará. Es una respuesta más allá de las previsiones cotidianas. También nosotros debemos disponernos para acoger la constante venida del Señor, sabiendo decir un “sí” confiado a la irrupción del Señor en nuestra vida como la tierra acoge la semilla para que dé fruto.
Gabriel le dijo a María.”El Señor está contigo”. El Señor está con nosotros, se nos dice hoy. Para fecundar nuestra vida sólo es preciso una condición: Que le acojamos en lo más hondo de nuestro ser y de nuestro hacer. Que no celebremos una Navidad superficial sino que nos dejemos penetrar por Jesús. Es preciso sentirnos pobres, sencillos, necesitados -como María- para acoger su venida salvadora.
2. El punto culminante de nuestro Credo es la Encarnación “Y la Palabra se hizo carne”. Que Dios se haga hombre es un misterio de amor. La Encarnación se renueva constantemente. La Palabra se encarna en todo el que la escucha y la acoge, como María. El ángel de la Anunciación no ha terminado sus encargos. Pero esta vez el ángel no tiene alas. El ángel puede ser cualquiera, incluso puede ser una palabra o un acontecimiento. Y el mensaje será siempre propuesta de amor. El Señor no nos pide construirle una casa, como a David, quiere más bien hacer en nosotros su casa. Ya está ahí la Navidad y Dios sigue buscando una casa para nacer.
3. María es la que mejor ha celebrado en la historia el Adviento y la Navidad. Dios la llenó de gracia; ella creyó y esperó porque fue madre. La obra de Dios no ha terminado; quiere seguir dejándose ayudar. Dios sigue necesitando de una madre que lo acoja en su corazón y de un padre que le defienda de tiranos y de hermanos y hermanas que compartan sus alegrías y sus tristezas, sus crisis y sus ideales y de apóstoles que completen su obra y que sean testigos de su Reino. Dios sigue necesitando de ti.
Ya preparaste el Belén con sus luces y sus ríos, los pastorcitos, la mula y el buey; junto a José debe estar la estatuilla de María, de rodillas y sonriente, esperando al niño. Recupera las tradiciones religiosas. Explícales a tus hijos el verdadero motivo de estas fiestas que celebran creyentes y no creyentes: El nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo en Belén.