SEMBRADORES DE ESPERANZA
Hace pocos días el Papa Francisco visitó la cárcel de menores de la ciudad de Roma y durante la Misa les habló a los muchachos de la misericordia de Dios. “Jesús te ama y te perdona. Él es tu Padre y te espera con los brazos abiertos”, les dijo. Este episodio nos ayudará a entender mejor el mensaje central de la fiesta que hoy celebramos de la Divina Misericordia.
Hermanos: Partamos de esa experiencia terrible que es una cárcel! La peor pesadilla para cualquier hombre libre es la de quedar preso: No puedes salir, no puedes hablar, no puedes trabajar, no puedes estar con los tuyos. Te humilla y te mata el castigo. Por eso también, el mejor sueño que puede tener es el de recuperar la libertad. El sueño de Santo Tomás, prisionero de sus dudas de fe, se hace realidad cuando Cristo resucitado lo libera de esa esclavitud.
¡Cuántos, buscando la libertad, se hacen esclavos! En nuestros países “civilizados”, los barrotes de la celda se llaman droga, exigencias del éxito, ambición económica. Son cadenas que atan y que no perdonan. Dicen que Dios perdona siempre, que los hombres a veces y que la naturaleza nunca. Menos mal que el juez de nuestra vida no será ni la naturaleza, ni los hombres, sino Dios misericordioso
Cristo resucitado viene hoy a liberarnos del pecado. Cuentan que una vez un niño salió del confesionario y se encontró con Dios Padre que caminaba por el pasillo de la Iglesia y le preguntó: “Oye Dios, ¿es verdad que tú conoces todos mis pecados?” “Sí, respondió” “Dímelos, dijo el niño” y Dios respondió: “Ya no los recuerdo”. Dios, al perdonarnos, también se olvida de nuestros pecados. Esta seguridad es la que hace que el creyente sea diferente del que no cree. Se siente amado y perdonado. Actúa siempre con la garantía que sólo puede dar la fuerza del amor de Dios.
Jesús regaló a los apóstoles y a los sacerdotes el poder de hacer libres a todos los hombres: “A quienes les perdonéis los pecados les serán perdonados“. Por el sacramento de la confesión Dios nos libra del pecado y del infierno. Los cristianos debemos ser coherentes; por la resurrección de Cristo fuimos salvados. Estamos obligados a ser sembradores de esperanza para liberar a nuestros hermanos del pecado, de sus dudas, de sus esclavitudes y temores.
¡Decídete! Que no pase esta semana sin que hagas tu confesión pascual como pide el mandamiento de la Iglesia. Sólo Dios puede perdonarte tus pecados, y lo hace a través del sacerdote. No dejes pasar la oportunidad. Y ojalá sigas confesándote con frecuencia sin esperar hasta la otra Pascua para purificar tu alma y vivir en la libertad de los hijos de Dios. ¡Qué buen ejemplo puedes dar a tus hijos!