Lc.9,18-24: “¿Quién dice la gente que soy yo?
La confesión de fe de Pedro y la invitación de Jesús de seguirlo por el camino de la cruz define el estilo de lo que debe ser la fe del cristiano entendida como seguimiento de Cristo y como comunión con el misterio pascual. Este encuentro con Cristo deberá llevarnos a la confesión de fe: “Tú eres el Mesías de Dios”.
Hermanas y hermanos:
Jesús interroga a los discípulos: “¿Vosotros quién decís que soy Yo?” Esa pregunta la repite a cada uno de nosotros: “¿Quién soy Yo para ti?”. ¿Un hombre grande e interesante? ¿Un personaje justo y defensor de la verdad? ¿Un profeta incómodo? ¿Una persona fuera de todo esquema? La respuesta de los discípulos fue veloz y tajante ¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo! Y esa respuesta ha sostenido por siglos nuestra fe. Sabemos bien que el cristianismo, antes que ser una doctrina, es una Persona. Es Cristo.
El Evangelio de hoy nos describe la experiencia culminante de los apóstoles. Es el momento del descubrimiento. ¿Queremos profundizar en su conocimiento y madurar en su amor? Recorramos las páginas del Evangelio y lentamente se irá desvelando el misterio de su persona. Así también fue apareciendo a los ojos de los Apóstoles un Cristo siempre nuevo:
Cuando da la vista a un ciego o sana al leproso, cuando multiplica los panes o aplaca la tempestad, cuando resucita a Lázaro o transforma el agua en vino, cuando lee las intenciones de los corazones o cuando muestra su indignación ante la profanación del templo, cuando formula paradojas que llama bienaventuranzas o cuando narra parábolas como la del hijo pródigo, el buen samaritano, la oveja perdida, cuando se transfigura en el Tabor o gime en Getsemaní o muere en la cruz. La Pascua será el paso decisivo hacia una plena comprensión de su persona.
Este descubrimiento de Cristo ha de ser personal e intransferible. Cada uno debe recorrer todas las etapas del largo camino que recorrieron los apóstoles. Sabemos que para seguir a Cristo es necesario sufrir y confesar su nombre en el dolor. La vida del hombre lleva necesariamente sus cruces y sus alegrías. Cristo, sin embargo, nos da una visión nueva: morir para vivir, perder la vida en el mundo para ganarla en la eternidad.
Hermanas y hermanos: El primer testimonio del cristiano y su primer compromiso es aceptar la Voluntad de Dios pues sólo el que ha experimentado las paradojas de Dios, podrá transmitir la vida divina a los demás. La cruz no tiene sentido ni razón de ser en el hombre, si no es a la luz y unida a la cruz de Cristo. Sólo así el dolor y la abnegación se convierten en camino necesario de santidad pues el que quiera seguir a Cristo debe negarse a sí mismo, cargar con su cruz cada día e ir en pos de Él.