DIOS TE ESTÁ BUSCANDO, ¡DÉJATE ENCONTRAR!

September 14, 2016 radioluz
Hermanas y hermanos:
El amor y la amistad deberían unir a las personas -pensemos en esposos, hermanos, padres e hijos, amigos- pero si se produce una riña entre ellos, todos sufren. En cambio, cuando se reconcilian, ¡Qué alivio! La alegría les ilumina la mirada, dilata los corazones y une las manos. El proceso que hemos descrito viene a ser como el modelo y la experiencia del mal y su remedio, de la culpa y su perdón.
A través de las parábolas de la misericordia, Jesús está diciendo a los pecadores: “No tengáis miedo de volver a Dios”. Podríamos sentirnos perdidos como la oveja, y alejados como el hijo, pero Jesús se adelanta y no descansa hasta encontrar lo que se había perdido. Él es el salvador de los pecadores. Ojalá, como dice el salmo, “escuchemos hoy la voz del Señor, y no endurezcamos nuestro corazón”.
1. La primera parábola habla de un pastor y su rebaño. El pastor es Cristo y la oveja extraviada es cada uno de nosotros. En la vida, ¡qué fácil es vivir con la sensación de estar perdidos! Tarde o temprano el desencanto, la decepción, pueden invadir nuestro corazón. A veces pensamos que fuera del redil vamos a encontrar la verdadera felicidad, mejor comida, mejor techo, mejores condiciones, y nos olvidamos que sólo en el redil estaremos seguros.
Cristo, el pastor, guarda las noventa y nueve ovejas buenas y va a buscar su oveja perdida. Lo hace a través de sus sacerdotes. El sacerdote se alegra cuando ve que sus ovejas regresan al redil por medio de la confesión sacramental. Acudamos a la confesión. El sacerdote nos va a alimentar con la gracia santificante.
2. En la segunda parábola, una mujer pierde su moneda. Para encontrarla, limpia, barre y busca. Así hace Cristo, cada vez que nos extraviamos. Decía San Agustín: “Nos hiciste Señor para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. ¡Cuánta alegría hay en el cielo por un solo pecador que se convierte en la tierra! Cristo quiere nuestra conversión.
3. La tercera parábola nos presenta a un padre. Es una experiencia familiar que nos hace revivir su amor, su ternura, su acogida, su cuidado. Pero también conocemos casos en que los hijos abandonan a sus padres, no son amorosos, no son confiados con ellos. El padre de la parábola perdona, sigue esperando al hijo, con las puertas abiertas.
En la actitud del hijo podemos reconocer los pasos de una buena confesión: Al verse pecador, aquel joven extraviado hace un examen de conciencia. Se preocupa, se arrepiente, recapacita y toma la decisión de volver junto a su padre para pedirle perdón. Entonces se pone en camino. A su llegada, el padre lo acoge, lo abraza, lo escucha y lo perdona. Es lo mismo que hace el sacerdote en la confesión, en nombre de Dios. Cuando vayamos a confesarnos, no olvidemos que es Dios mismo el que nos acoge con los brazos abiertos. Es nuestro padre misericordioso que siempre había estado buscándonos; y no se detendrá sino hasta que nos haya encontrado.