NADIE PUEDE SERVIR A DOS SEÑORES

September 16, 2016 radioluz
dioses2Hermanas y hermanos:
Las lecturas de hoy vienen a ser un alerta a nuestras conciencias para que aprendamos a situar los bienes temporales en el lugar correspondiente y sepamos hacer de ellos un uso inteligente. Hay quienes tienen las riquezas materiales como el móvil principal de sus actividades e incluso de su vida: piensan sólo en ello. Convierten el dinero en un ídolo a cuyo altar sacrifican los valores, la familia, la salud personal.
1. Encontramos dos actitudes: Para el mundo es prudente el que sabe acumular dinero. Jesús llama a esta actitud, servir al dinero, cuando lo prudente consistiría en servirnos de él. Por eso sentencia en forma contundente: “No podéis servir a Dios y al dinero”. El avaro es siempre un hombre infeliz; es un eterno rehén que no goza ni del mundo ni de Dios. Se aísla, no tiene afectos, ni siquiera entre los de su misma carne, que lo ven siempre como un explotador.
2. En la vida estaremos eligiendo siempre entre valores contradictorios, pero sólo podemos elegir el mejor. Y escoger una cosa implica renunciar a su contraria. Si por un lado está el mandamiento de Dios y por el otro las cosas materiales, no podemos dudarlo; Sólo por Dios vale la pena arriesgarlo todo. Es verdad que es allí donde comienzan nuestros problemas porque nuestro amo y señor es muy exigente. Nos pide renunciar a todo para servirle a él solo; y nuestro corazón no puede dividirse. Debe ser todo de Dios y siempre de Dios.
3. Este Evangelio nos invita a ser fieles a Dios. No podemos ser esclavos de las riquezas sino que tenemos que aprender a usar de ellas con sentido de responsabilidad. Los bienes materiales serán de utilidad solamente si los gastamos en ayudar a nuestros hermanos más necesitados. Es la única manera de transformar el dinero en instrumento de comunión entre personas en vez de que sea motivo de discriminación.
El dinero suele ser un mal patrón, pero podemos convertirlo en buen servidor. Es el secreto de los buenos administradores. El cristiano tiene alma de pobre y no puede obstinarse en disfrutar tranquilamente de los bienes de la tierra mientras junto a él hay hombres necesitados. Nuestro secreto es practicar la ley del amor.
La verdadera caridad no se limita a dar una limosna al pordiosero en la puerta del templo, ni a comprar un boleto para la cena de beneficencia. Debe ir más allá, como por ejemplo, pagar honestamente los impuestos, crear nuevos puestos de trabajo, dar un salario más generoso a los trabajadores, es decir, hacer rendir el dinero a favor de los más necesitados. Al final saldremos ganando pues en cada uno de ellos tendremos ya un amigo aquí en la tierra y también muchos intercesores en el cielo.