SEÑOR, AUMÉNTANOS LA FE

October 1, 2016 radioluz
En aquel tiempo, los apóstoles pidieron a Jesús: “¡Auméntanos la fe!” El Señor contestó: “Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’. Y os obedecería”.
Es éste, hermanos, el momento de preguntarnos por la firmeza de nuestra fe, es la hora de saber en quién o en qué confiamos para encontrar salida a los problemas del mundo actual y de nuestra vida íntima. Si nos contentamos con satisfacer nuestras necesidades corporales; si nuestra preocupación principal es la salud, el trabajo, la casa, el dinero, las vacaciones, nos conviene orar fervorosamente, diciendo: “¡Auméntanos la fe!”. No olvidemos que nuestra fe se ha de expresar poniendo nuestro ideal y esfuerzo constante al servicio de un mundo mejor, para que se cumpla en nosotros y en todos, el propósito salvador de Dios.
1. Estamos rodeados de enigmas y a cada paso nos hacemos las mismas preguntas: “¿Por qué triunfa la injusticia en el mundo? ¿Por qué se ensaña la enfermedad sobre mí? ¿Por qué? ¿Por qué? El mundo secularizado no puede darnos respuestas. Sólo la fe es capaz de iluminar los enigmas de la existencia y revelar el misterio de la historia.
2. La fe es la confianza total que el cristiano tiene en Dios, incluso en los momentos más difíciles de la vida. Nos lleva a pensar: “Todas las cosas pasan, pero sólo Dios permanece”. Dios guía nuestros acontecimientos y sabe sacar bienes incluso de los males que nos ocurren. Las desgracias no son capaces de desalentar a los que tienen fe, porque la fe nos ayuda a aceptar con paciencia las dificultades. La vida de los santos es un verdadero reclamo a nuestras conciencias.
3. Una fe separada de la vida no sirve para nada. Toda mi vida debe entrar en la fe y toda la fe debe inundar mi vida, iluminarla y transformarla. Es verdad aquello de que ¡se cree como se vive y se vive como se cree! El gran guitarrista español Narciso Yépez narra así su conversión: “Tenía la fe dormida y revivió; y desde aquel momento no he dejado de saber que soy hijo de Dios. Un hombre con una cita en la eternidad. Dios no contaba para nada en mi vida, pero ahora no hay nada, ni lo más trivial, ni lo más serio, en lo que yo no cuente con Dios”.
La fe tiene que ir madurando y haciéndose adulta como la persona. No podemos conformarnos con tener la fe infantil de nuestra primera comunión. Acerquémonos a Jesús en la comunión y supliquémosle como los apóstoles: “¡Señor, auméntanos la fe!”