En medio de tantas voces y tantos ruidos de la calle hoy podemos distinguir la voz de Cristo que se atribuye a sí mismo las características del buen pastor y que el pueblo reconoce como funciones divinas. Jesús es el Señor, y como tal es la norma de todo esfuerzo de realización humana; es el buen pastor que ha dado la vida por los suyos. Nosotros, sus ovejas, estamos llamados a escuchar su voz, a reconocer el camino de la vida y a recorrerlo con Él.
Hermanas y hermanos:
1. Jesús es el pastor, pero también la puerta del redil. Puerta significa entrada, mediación: En un mundo que se plantea interrogantes urgentes, Jesús es la respuesta que da sentido a nuestra existencia, el maestro que nos enseña la auténtica verdad, la única puerta de acceso a la felicidad y a la vida. “El que entra por mí se salvará”, nos dice claramente. Entrar por esa puerta supone, no sólo la pacifica posesión de un certificado de bautismo, que es el sacramento de entrada en la Iglesia, sino oír su voz y seguirle.
2. El mundo de hoy necesita al Buen Pastor; necesita su presencia, su amor y sus cuidados, porque se está muriendo de sed. Abundan los asalariados que están con las ovejas por dinero, por intereses personales. Abundan los lobos que hacen estragos irreparables entre niños y adultos, en la televisión y en los medios de comunicación contaminados con basura y armas de destrucción masiva de valores, sin caminos de verdad y vida; lobos de corrupción, leyes que pervierten, políticos que implantan leyes de muerte. Abundan los pozos de aguas envenenadas de materialismo y consumismo. Abundan las ideologías vacías de sentido. Ahora más que nunca necesitamos rezar con el salmo: “El Señor es mi Pastor, nada me falta. Aunque vaya por cañadas oscuras, nada temo”.
3. Jesús nos conoce por nuestro nombre como el pastor a sus ovejas: Conoce a todas y a cada una, en sentido bíblico, es decir, con el corazón. “Con amor eterno te amé”. Para Dios no somos un número, somos un nombre y apellidos, un hijo. Cuando nos sintamos solos en medio de la multitud, pensemos en Aquel que nos conoce personalmente. No estoy solo en el mundo, hay alguien que siempre piensa en mí, que me ama, que me mira, que vive pendiente de mí. Decía con razón San Juan de Ávila “Sus ojos tiene puestos en sus ovejas. Y su corazón también. Mírenle ellas a Él, que Él mira a ellas”.
El momento en que los cristianos “escuchamos su voz” es en la Eucaristía. Allí ponemos atención a lo que nos dice y allí nos alimentamos con su Cuerpo y Sangre, cuando Él como Buen Pastor, “nos da la vida eterna”. Examinémonos para ver si somos “buenas ovejas”, buenos discípulos de Cristo, si tenemos una relación vital e interpersonal con él, no sólo creyendo en él sino siguiéndole e imitándole. Cristo nos dejó su ejemplo para que podamos seguir sus huellas. Que así sea.