Cargar con la propia cruz es condición para seguir a Cristo y para alcanzar la salvación. Es el tema que Jesús les comenta hoy a sus discípulos. ¿Cuál es nuestra experiencia del dolor? ¿Qué pensamientos nos vienen a la mente cuando decimos “cruz”?
Hermanas y hermanos:
1. El cristianismo es amor, pero la caridad y la cruz son inseparables. El lenguaje del amor es la cruz, es siempre una bendición. La cruz transforma, enriquece, hace más humana y profunda nuestra vida porque nos hace amar y entender a los demás. Si no hemos sufrido, no podemos comprender a los demás. La cruz duele, humilla, siempre parece injusta. La cruz de otro parece más llevadera. Pero la mía parece imposible de llevar.
2. Podemos pensar que se puede vivir sin cruz y entonces nos insensibilizamos, y nos entregamos a las delicias de este mundo. Podemos también aceptarla como un mal menor que no se puede evitar y entonces adoptamos una actitud pesimista, monótona, sin color; y este estado de ánimo nos consume. Pero también podemos acoger con amor la invitación de Cristo a tomar su cruz y seguirlo diariamente. Es síntoma de autenticidad cristiana.
3. A Pedro le escandaliza el hecho de que el Mesías pueda sufrir injusticias e intenta impedirlo. La respuesta de Cristo es muy dura: “aléjate de mí, Satanás porque eres para mí ocasión de escándalo”. ¡Son las mismas palabras que dirigió Jesús al tentador en el desierto! Y añade: “Porque no piensas según Dios sino según los hombres”. Esta es la tentación de todos los tiempos.
La cruz, el sufrimiento, parecen ideas de tiempos oscuros del pasado; sin embargo Cristo nos las presenta como la condición indispensable para ser su discípulo. El verdadero seguidor de Cristo asume estas actitudes: negarse a sí mismo, cargar con su cruz y seguir a Jesús. Esto significa soportar dificultades, enfrentarse a las situaciones de infamia, de prueba o de dolor que se encuentran en la vida cotidiana, estar dispuestos a dar la vida por Cristo, si fuera necesario.
Cuando Jesús sentencia: “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma”, está invitando, no a despreciar los bienes de este mundo, sino a administrarlos responsablemente siguiendo el ejemplo de Cristo.
Dialoga con Cristo: “Señor, no puedo huir de la cruz, la encuentro a lo largo de mi vida: en el dolor del cuerpo, en el dolor del alma, en la tribulación, en el fracaso, en el miedo, en la angustia, en la desesperanza, en la duda, en las contrariedades, en las dificultades, en el trabajo. La vida no es siempre un camino de rosas. Tú me has dado ejemplo de cargar primero con la cruz. Dame la gracia y la fuerza para seguirte no sólo hasta el Tabor, sino también hasta el Calvario”.